jueves, 9 de abril de 2009

Semana Santa de Sevilla (I)

Es mundialmente conocida la intensidad con la que se vive la Semana Santa en Sevilla. Miles de turistas, nacionales y foráneos, abarrotan la ciudad atraidos por al curiosidad. Los pasos salen en los telediarios e imágenes como la Virgen de la Macarena o el Nazareno del Gran Poder son iconos casi universales.
La cuestión que quiero tratar es si, aparte de conocerse, ¿se entiende la Semana Santa?
Mi opinión es clara. NO. Para nada. Nadie tiene ni idea. Ni siquiera los propios sevillanos. Evidentemente hay un grupo amplio de verdaderos forofos de la Semana Santa cuyo nivel de conocimiento e implicación es asombroso, pero en general el sevillano (de toda la provincia y no del municipio) va en masa siguiendo a la masa y actuado con la masa.
Conozco muchos sevillanos que dicen pasar de la Semana Santa. Y a mí me da pena. Porque es una tradición muy profunda y hermosa. Es parte integrante de la cultura sevillana y española.
Antes que nada quiero aclarar que soy ateo convencido. No voy a hablar de vivencias místicas insufribles. Pero la Semana Santa es mucho más que religión.
Puedo asegurar que los que dicen que no les gusta la Semana Santa es, en realidad, que no la entienden. Así funciona todo. Nos gusta lo que sabemos hacer y se nos da bien. Si yo esculpiese como Miguel Ángel estaría todo el día picando marmol.
La Semana Santa es, ante todo, un espectáculo. Pero no un espectáculo verbenero, sino una ola para los sentidos y el corazón capaz de sobrecoger. Es como un buen anochecer o la imagen de un cachorro.
Pero además de espectáculo es arte, cultura y sentimiento.
Disfrutar de la Semana Santa requiere ser capaz de observarla desde esta perspectiva. De saber dónde estar, qué mirar y qué valorar.

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